lunes, 26 de noviembre de 2012

Que bonitos me haces tuyos



Pasa en un tarde de sábado. El auto, clásico por supuesto, está repleto de flyers con fondo blanco y letras negras que invitan a un concierto. Es común en esta ciudad, estar plagada de pósters y flyers invitándote a una buena fiesta. Un flyer más, tal vez. Pero cada uno fue planeado y ubicado en los puntos más concurridos por seguidores del arte y de buena música. Algunos lugares asignaron pequeñas mesas en las esquinas de las entradas de sus tiendas o galerías. Pocas son las que celosas de "su espacio" no permitían la distribución de información que no fuera de exclusiva del lugar para sus visitantes. Todo parecía indicar que la tarea no sería fácil, dura competencia.

En esta ocasión acerté con el tamaño de mi bolsa. En ella acomodé con cuidado todos los paquetes de postales, hice rollos pequeños con 2 pósters listos para entregar y agregue en algún espacio especial de mi bolsa un rollo cinta adhesiva. Sin importar el peso, comencé mi recorrido. Las banquetas del lado izquierdo parecían ser parte de un retrato de verano, con el sol cayendo entre las hojas, todos los que se encontraban de "ese lado" tomaban alguna cerveza, llevaban ropa ligera para no pelear con el calor de la tarde. Mientras tanto la banqueta derecha, estaba completamente cubierta por sombra, el pavimento frío te hacía llevar alguna chaqueta, es mi lado preferido al caminar, disfruto más de la melancolía. Son 2 puntos de vista en una sola calle, son 2 tomas y 2 actitudes que provocan reacciones distintas. Somos parte de un cuadro esta tarde.
Tomé un mapa y camine entre calles y cruces. Algunas galerías atraían al espectador con un coqueto vaso lleno de mezcal y alguna otra ocurrencia, las variantes; pepino, sal, naranja. Algunas otras un "poco" más fastuosas daban una cortesía de vino a la entrada, así que las puertas estaban llenas de algunos cazadores de tragos y era difícil saber si la galería estaba llena por el buen arte que exponía o por el gusto peculiar de lo que ofreciera a su entrada. Así que al pasar entre un bullicio te podías encontrar con la atracción real. Algunas se lucieron diseñando sus espacios pequeños para recibir a un gran número de visitantes, por lo menos mayor a lo que pueden tener en un fin de semana cualquiera. Exposiciones rindiendo tributo a un mes de noviembre cargado de la atracción cultural a la muerte y sus derivados puntos de vista en el arte.
Visite cada galería, a la entrada preguntaba por el uso de la cámara, omití la cercanía de los galanes de expo que disfrutan de hacer comentarios un poco mediocres con tal de llamar la atención de chicas. La tarde era solo mía, disculpen. La tarde era mía y para ti. 
Entre una y otra galería encontraba cafés nuevos, llenos de ricos y pequeños postres, barras donde podía sentarme a hojear todas las revistas que me obsequiaban en cada esquina y alejarme del cada vez mayor número de gente. Pedí un expreso cortado doble, lo acompañe con un pan de romero dulce. Caminé entre casonas y encontré otro lugar perdido y muy escondido, una extraña cafetería, con pisos negros, velas negras y flores verdes, imposible no distinguir una olor a madera vieja, pedí un yoghurt con blueberrys y granola casera y me senté en las escaleras de la casa a observar el fin de la tarde.

Visité cada exhibición, disfruté entrar y salir de casonas ricas de historia por si solas. Me reí de esos pequeños detalles siempre encuentro después de hacer una foto. Leí al autor, disfrute sus obras, valoré su tiempo. Y a mi salida me acercaba a cada mesita de la esquina, sacaba de mi grande y pesado bolso, un pequeño paquete de postales y los dejaba imaginando al fan que lo leería y compartiría con su hallazgo con amigos, o al fan que se sintiera atraído por la simplicidad de las postales y al observarla recordará sus canciones favoritas de los ochentas, entonces correría a comprar un ticket y todo valdría la pena. Y pensaba en él, le regalaba en cada visita un deseo de que todo saliera mejor de lo esperado. Algunos amores son así, llenos de fe.
Mi bolsa dejo de pesar conforme pasaron las horas, me quedé sin nada más que entregar y muchos lugares más por visitar. Terminé mi tarde en una mesa de un lugar lleno de vinos y quesos, pedí una copa, bueno, creo que 2. Pensé en él y sonreí.
Me fui a la Cineteca, compré un ticket para la última función, compré un chocolate caliente y entré a las aún inconclusas salas. 
Saliendo de la última función,  a media noche después de ver una gran película coreana, me encontré con Carmen feliz de regalarse tiempo.

 ( Fotografías : Carmen Díaz @krmn_dg )

FIFTY24 MX / Corredor Roma-Condesa 9

FIFTY24 MX / Corredor Roma-Condesa 9

La Puerta Abierta-Bakery / Corredor Roma-Condesa 9

Terraza MUCA Roma / Corredor Roma-Condesa 9

                                                                   Galería 1919 / Corredor Roma-Condesa 9

Traeger & Pinto / Corredor Roma-Condesa 9

Museo Del Objeto del Objeto / Corredor Roma-Condesa 9

Museo Del Objeto del Objeto / Corredor Roma-Condesa 9