La poca luz que entraba por la venta me avisaba que estaba por amanecer. El sol no se lucía aún como cada día al despertar. Todo apuntaba a ser más temprano de lo normal.
Sin ver la hora me levante, abrí la puerta de mi closet y justo frente a mí estaba mi ropa lista para ir a correr, los tennis parecían tomar vida propia y correr solos a mis pies. Sin pensarlo me desvestí y tome el modo de Carmen preparada para ir a correr. Entré al baño, me lavé la cara y justo al secarla encontré mi mirada por primera vez en el día, no entendía muy bien por que los ojos querían contarme algo. Mi cabello chino se reveló más de lo normal, recogí algunos rizos y otros más quedaron sobre el rostro, se negaron y preferí no luchar contra ellos. Fui a la cocina, tomé una botella de agua y las llaves estaban en su lugar, cosa rara, todas las mañanas lucho con ellas, se esconden en los lugares menos probables: en la cocina, en mi bolsa del día anterior, en la chamarra, pero hoy no, hoy estaban justo en su lugar, listas para ser tomadas y no perder el tiempo en nuestra pelea diaria.
Abrí la puerta del departamento y baje corriendo las escaleras, al salir a la calle por primera vez en semanas no sentí frío, y me di cuenta que la noche estaba a unos minutos de terminar. Caminé a la esquina y me di cuenta que solo pasaba uno que otro coche haciendo presencia de las pocas personas que a esa hora salen o llegan de casa y sin fijarme en nada más comencé a buscar que música acompañaría mi caminata del día, busqué de una carpeta a otra, parecía que ningún género, grupo, canción era suficiente para enmarcar esta mañana, así que decidí dejar que corriera lo que fuera y de modo inexplicable inicio un canción que escuche un par de días atrás. Así comenzó mi caminata "Free Love" era mi compañía para esa mañana, a mitad de la canción estaba ya en el camellón, el semáforo para cruzar la calle estaba aún perdido en la noche y seguía en color ambar permanente. Comencé a correr y poco a poco escuchaba solo mi respiración y el final de la canción, decidí dejar que un aparato decidiera que música me acompañaría el resto del camino, así se decidió, Depeche Mode sería la guía musical del día. Mi paso fue cada vez más y más fuerte, cada músculo comenzó a tener calor y despertar de las horas de sueño. Al final de la calle del lado izquierdo vi como abrían el café por el que paso cada mañana al terminar de correr y del lado derecho se abrió la cortina del puesto de flores, solo me encontré con otra persona corriendo en dirección contraria, al llegar a la esquina sin pensarlo me detuve, no había tráfico o autos cruzando, ni bicicletas en el camino, no encontré ninguna razón lógica que detuviera el paso que llevaba, solo me detuve. Cerré los ojos, sentí el viento cruzar en la esquina, escuchaba mi respiración, todo tomó una calma inexplicable hasta que en el momento indicado sentí como mi mano era tomada por otra mano, no necesitaba abrir los ojos, el aroma y la piel me confirmaron lo que todas las acciones de esa mañana querían contarme. Estabas tú. Así tal cual, sin aviso aparente, estabas tú y estabas justo a mi lado, tomaste mi mano y te diste cuenta que tenía los ojos cerrados, me jalaste fuerte a ti para darme un abrazo que terminó de cortarme la respiración, solo podía sentir mi corazón que parecía chocar contra el tuyo a una velocidad que parecía que ambos corrimos por horas, solo podía sentir tu aroma guardado en una chamarra negra, me hundí en tu cabello y recargue mi cabeza en tu hombro, dejé de escuchar música, viento, latidos, no escuché nada más, me levantaste el rostro para que abriera los ojos y confirmara que estábamos así, uno frente al otro, con tanto que decirnos y tan pocas ganas de hablar, no era necesario, encontraste esos ojos que vi antes de salir de casa, te contaron la historia de que estaban esperándote y no se detuvieron, sin más me viste llorar y te vi llorar, nunca sentí eso al verte y estaba segura que tu tampoco. Me secaste mi lagrima al mismo tiempo que me diste un gran beso, pero fue un beso que parecía cobrarse todos los que no pudimos darnos en semanas, un beso que te roba la respiración y te regala todas las sensaciones, me besabas y acariciabas mi cabello, pero nunca soltaste mi mano, así que después de unos minutos en los que nos quitamos la vida de a poco, terminaste con una palabra que parecía sobrarnos: Ven